Todo el vino es bueno, pero algunos son mejores que otros.
El mundo del vino es maravilloso. Más de 70 países producen el famoso jugo de uva fermentado con más de 2,000 variedades de uva distintas. Por si fuera poco, hay media docena de estilos de vino: rosé, blanco, tintos jóvenes, tintos maduros, vinos fortificados, vino espumoso y ¡Hasta vino anaranjado! Y todos tienen un lugar especial en la mesa.
A la hora de valorar un vino, hay ciertas cosas que debes saber. Con tanta variedad de estilos producidos en una amplia gama de calidad, es mejor saber un poco sobre la famosa Cata de Vinos para elegir una botella en lugar de otra. Así es como se valora un vino como un profesional.
La Diferencia entre Sabores y Aromas
Sabor y aroma son dos términos que utilizamos de forma indiferente, pero son muy distintos. Comúnmente decimos “Esto sabe a fresa”, cuando en realidad deberíamos decir que la comida (o vino) tiene un aroma a fresas.
Sabores sólo hay pocos: Dulce, salado, ácido y amargo. Lo demás son aromas que percibimos ya sea por la nariz, o mediante el retrogusto. ¿Por qué es importante? Porque al valorar un vino, debemos evaluar ambos, su sabor y sus aromas.
De La Vista Nace el Amor
Si has visto a un conocedor catar un vino, habrás visto que pasa bastante tiempo admirando la copa, incluso antes de dar un primer sorbo. El vino blanco puede presentar colores verdosos, pajizos o dorados, mientras que el vino tinto puede ser violáceo, rojo rubí o incluso color teja.
Es cierto que el color nos ofrece pistas sobre la personalidad del vino, y también lo hacen las famosas ‘lagrimas’ que escurren en el interior de una copa. También es cierto que, para fines prácticos, no podemos determinar la calidad de un vino sólo con la mirada.
Observa tu copa de vino, toma nota del color, asegúrate de que no esté turbio u opaco y nada más.
El Famoso Bouquet del Vino
Una copa de vino puede ofrecer cientos de distintos aromas. Las moléculas aromáticas que desprende el vino pueden llevarnos a una gran variedad de recuerdos, desde frambuesas y manzanas, hasta tierra mojada y cuero. Al conjunto de aromas en el vino, lo llamamos bouquet.
El bouquet es lo que distingue al vino de cualquier otra bebida, su complejidad es la que hace que tantos nos enamoremos de él. Quieres pasar el mayor tiempo posible disfrutando de los aromas en la copa, y es que ahí es donde puedes comenzar a determinar su calidad.
Vinos con aromas complejos tienden a ser más refinados. Aromas a vainilla son síntoma de que el vino pasó algunos meses en barricas de roble y aromas a hongos, suelo del bosque, tabaco y especias indican que el vino ha madurado por cierto tiempo.
Aprender a distinguir los muchos aromas que pueden existir en el vino toma práctica, pero ese es precisamente el arte de disfrutar un vino.
Directo al Paladar
El sabor o paladar de un vino son muy importantes, y nos ofrece pistas sobre la calidad de este. El vino de mesa es normalmente seco, es decir que no tiene azúcar, ¡Aunque algunos vinos son deliciosamente dulces! ¡No hay que confundir aromas dulces y afrutados con un paladar dulce — ¡La mente te puede jugar trucos!
Luego está la acidez. Sin ella, el vino no sería el mismo. Todos los vinos son ácidos, y cuando se producen en regiones vinícolas frías, lo son aún más. El vino de calidad siempre tiene una acidez persistente, pues sin está, el vino sabe flojo y sin chiste.
Los vinos tintos tienen una peculiaridad en el paladar, tienen taninos. Estas finas partículas están presentes en los hollejos (o piel) de las uvas, y le dan al vino textura, estructura y longevidad. Reconocerás un vino con taninos elevados de inmediato — las partículas causan una sensación de sequedad en la lengua y el paladar.
Finalmente, tenemos el alcohol. Es cierto que tomamos vino porque es delicioso, pero también porque nos pone de buen humor. Sin embargo, si un vino es demasiado alcohólico, es una mala señal — en esos casos el vino está desbalanceado.
El Tiempo es un Ingrediente Valioso
En especial cuando tratamos con vino tinto, debemos diferenciar entre vinos jóvenes, que probablemente pasan poco o nada de tiempo madurando en barricas de roble, y los tintos maduros – en ocasiones etiquetados como Reserva o Gran Reserva.
Mientras el vino madura en las barricas, evoluciona, volviéndose más complejo y desarrollando aromas amaderados que recuerdan a la vainilla y a especias. Cabe mencionar que el añejamiento es un proceso costoso, por lo que los vinos maduros suelen ser más caros. Normalmente también se elaboran con las mejores uvas de la finca.
¿Es mejor un vino maduro que un vino joven? Ambos estilos tienen su lugar en la mesa, los vinos tintos jóvenes son más fáciles de tomar y se prestan a ocasiones casuales como parrilladas con amigos. Los vinos madurados en barrica suelen ser más estructurados y refinados, y se antojan más en una mesa formal. Los vinos que pasan por procesos complejos se consideran más finos.
El Balance y la Conclusión
Hablando de balance, se considera que un vino balanceado entre acidez, taninos y alcohol es de buena calidad. Si sumas a esto un complejo y atractivo bouquet, sabes que estás ante la presencia de una botella especial.
Al final, el vino puede ser de buena o mala calidad, y no existe un solo rasgo que los diferencie. Es el conjunto de sensaciones en armonía lo que le dan al vino calidad.
Después de catar el vino, es hora de hacerse la pregunta más importante: ¿Te gusto? Si el vino te gusta, entonces es bueno. Tal vez no lo sea para todo el mundo, pero eso es lo bonito del vino — hay uno para todos los gustos.
Autor: Franco Salzillo